Uno de los elementos naturales más ligados al fenómeno de la urbanización del territorio es el agua, ya sea como cauce continental o como superficie oceánica. Las costas y los grandes ríos han alojado las poblaciones humanas concentradas desde la antigüedad, razones prácticas de suministro alimenticio e hídrico se tejen como explicación para dicha localización, así mismo surge desde la antigüedad como fenómeno paralelo a la urbanización de las riberas, la divinización de los ríos. Ya sea por idealización del elemento natural o como objeto participe en la visión espiritual de los pueblos, el río siempre ha estado presente en diferentes escalas de significación. Al plantear esta investigación se encontró la oportunidad de comparar, clasificar y equiparar dos casos diferentes en su geografía, dimensiones y percepción como fueron los río Cali y río de La Plata, el primero un pequeño río en un valle amplio que dio paso a la tercera ciudad más grande de Colombia y el otro la inmensidad misma del océano en un río que en su desembocadura se entreteje a una de las ciudades más importantes en el contexto suramericano como lo es Buenos Aires, ambas historias y ríos parecían compartir formas y adaptación al contexto urbano similares en una magnitud diferente. En este punto es donde llega un texto como el Territorio del Vació de Corbin y los planteamientos del simboanálisis, para convertir el relato de una historia lineal en un retrato ampliado dónde la indagación por la simbólico pueda dar pie a explicar la transformación y el futuro de la naturaleza con respecto a la ciudad. El estudio parte en recrear como “obnubilados ante el torrente” las diferentes culturas dan una significación simbólica al río que se expresa en la esfera mitológica, en la cual Océano, Sequana y Ganga tienen mucho que aportar. En la etapa que da paso a la “conquista de las orillas” surgen nuevos elementos materiales que suman a una significación que se mueven en sincronía con el río como son: los puentes, las fuentes y las murallas. Por último al “abrazar el agua” con el crecimiento de las urbes y la transformación del símbolo, es cada vez más evidente que el fenómeno de la ciudad requiere cerrar las grietas, no sólo en un sentido práctico de aprovechamiento del territorio sino también en las formas de significación que con el trasegar del tiempo ha adquirido el elemento natural.