Existen distintos tipos de elementos en las culturas, con diferentes clases de materialidad, que nos permiten considerar y tener presente la complejidad de los universos y de los mundos que atraviesa y vive todo ser humano. La muerte, la historia o el sueño, no son sino muestra de diversas formas de una experiencia elemental que los seres humanos tienen que organizar y con los cuales se encuentran en una relación constante. La historia, la muerte o el sueño hacen que ciertos textos de la cultura sean seleccionados como hechos significativos en donde los procesos de pensamiento recorren rutas temporales que se organizan de forma particular en los discursos. Lotman y Uspensky consideraron al sueño y a la historia como un conjunto de “signos de otra realidad separada del presente” (Uspensky, 2003), los cuales no son objeto de una percepción directa, pero que dejan huella tanto en la memoria individual como en el entramado de las culturas. Desde la perspectiva de la semiótica de la cultura se analizarán algunas expresiones o ejemplos de distintos grupos indígenas en México, cuyos tejidos y textos nos permiten observar la complejidad de los mundos, visibles e invisibles, que se conciben y generan, cuando se consideran el sueño, la historia o la muerte como parte de procesos culturales complejos. El tiempo resulta un elemento fundamental de la manera en la cual los diferentes textos producidos se entretejen. Sabemos, y no lo pasamos por alto, que las distintas formas de oralidad de los pueblos indígenas muestran matices expresivos difíciles de ubicar dentro de categorizaciones genéricas. Sin embargo, ese mismo cuerpo de textos irregulares nos permite volvernos a preguntar cuánto hemos logrado comprender y profundizar los distintos contactos interculturales que se siguen generando hoy en día. La noción de frontera, como la planteó Lotman, nos lleva a pensar en un espacio o momento en donde esa membrana (la frontera) realiza procesos de traducción sustanciales y muy importantes entre las culturas.